Saludo especial Stefan Peters, director académico del CAPAZ, a Claudia Maya a Gabriel Ruiz por los esfuerzos que hicieron posible esta jornada, a todos los presentes y a quienes están siguiendo esta transmisión desde distintos lugares.
Anoche estaba leyendo una novela. Y la escena descrita narraba la conversación entre un padre y un hijo que buscan escuchar “algo” mientras miran las estrellas (Todavía no sé bien qué es lo que quieren escuchar, porque apenas la estoy comenzando a leer). Entonces el padre le pregunta al hijo, que se llama Robbie: “¿y si nunca oyéramos nada… qué pasaría?, a lo que Robbie responde: “Nada definitivo, eso pasaría… pero si oyéramos al menos “mu”, significaría un montón de cosas”. Luego de ello se quedan dormidos “bajo los cuatrocientos mil millones de estrellas de nuestra galaxia”. La novela se llama “Desconcierto”, pero su título original también podría traducirse como “incertidumbre”. Y entonces pensé en este congreso, y en las palabras que me pidieron para su instalación. Llevo algunos años leyendo, investigando y escribiendo sobre nuestras violencias. Y no dejo de sentir eso: desconcierto. Incertidumbre. Y, a veces, como quien mira los cuatrocientos mil millones de estrellas, me siento abrumado.
¿Cómo, cuándo, alguno de nosotros encontrará una respuesta a esta historia de matanzas, exclusiones y dolor? Y aún más difícil de saber: ¿cuál será esa respuesta? ¿Será la cultura, la biología, la historia, será acaso Dios? La gramática de la guerra y la de la paz se nos oculta entre las páginas que escribimos, en las entrevistas y encuestas que hacemos. Como un espanto. Porque mirar la guerra es espantoso, como el miedo que sentía Pascal cuando dijo que el silencio de los espacios infinitos le daba miedo.
¿Qué miramos cuando miramos la violencia, qué cuando intentamos construir condiciones de convivencia y solidaridad sobre algo peor que el silencio de los espacios infinitos, sobre el silencio de las ruinas y los cadáveres? Hoy Pascal podría decir que lo que lo espanta es el ruido ensordecedor de los espacios de la guerra.
Por esto, investigar la paz y el conflicto supone un ejercicio de valentía y una decisión política. Otra cosa que me he preguntado estos años de investigación es ¿por qué? Porqué seguir escribiendo sobre un fenómeno que, entre más se penetra en él, más profundo y complejo aparece. Y mi respuesta es, “porque no puedo no hacerlo”. Hay algo que nos impulsa a investigar, a no reproducir el sentido común, tan binario él, tan estatal, tan amante de las explicaciones simples y de los culpables únicos. Y ese algo que nos impulsa es lo que nos reúne hoy aquí. Cada uno de nosotros busca escuchar algo, nada definitivo, pero algo, que nos dé pistas de cómo y qué seguir escuchando. Un mensaje dicho por los que hoy buscan construir la paz, un mensaje que dignifique y rinda homenaje a los muertos, alguna clave interpretativa que nos permita entender, para decirlo con Hegel, ese lado malo por el que avanza la historia. Porque comprenderlo abrirá la posibilidad de intervenirlo.
En nuestro campo solemos decir que el trabajo por la paz es un trabajo que le debemos a las generaciones futuras, y un poco pasa lo mismo con la investigación, investigamos para las generaciones futuras, pero, en este caso, con orgullo podemos decir que investigamos “con” las generaciones futuras. Así que este congreso de jóvenes investigadores nos alegra y llena de esperanza. Son los jóvenes investigadores quienes tienen en su poder encontrar la respuesta que perdimos. Y que no cesamos de buscar en archivos, testimonios, documentos públicos y trabajos con comunidad.
Jóvenes, investigar es una forma de vida. Necesaria y rupturista. Por eso la ciencia que hacemos desde las Ciencias Sociales es un conocimiento que incomoda, porque rompe con el sentido común. No se trata de una ruptura destructiva, todo lo contrario, porque investigar sobre los conflictos y las paces es una forma de solidaridad, una manera de expresar amor y esperanza cuando podríamos no hacerlo. Cuando otros muchos deciden no hacerlo. Así que gracias, jóvenes investigadores.
En nombre de la Universidad de Medellín y de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, les damos la bienvenida y les agradecemos habernos permitido ser sede de esta jornada del III congreso de jóvenes investigadores CAPAZ. Por permitirnos escuchar sus reflexiones, ese sonido que buscamos y del que esperamos encontrar alguna respuesta: puede que no sea nada definitivo, como le dijo Robbie a su padre… pero si oyéramos al menos un indicio de respuesta a nuestra historia de violencia y a las posibilidades de construcción de paz, eso significaría un montón de cosas. Muchas gracias y Bienvenidos.